EL PERDÓN
Pocas veces somos ofendidos; muchas
veces nos sentimos ofendidos.
Perdonar es abandonar o eliminar un
sentimiento adverso contra el hermano.
¿Quién sufre: el que odia o el que es
odiado?
El que es odiado vive feliz,
generalmente en su mundo.
El que cultiva el rencor se parece a aquél que agarra una brasa ardiente o al que atiza una llama; pareciera que la llama quema al enemigo, pero no, se quema uno mismo.
El resentimiento sólo destruye al
resentido.
|
|
El amor propio es ciego y suicida;
prefiere la satisfacción de la venganza al alivio del perdón, pero es locura odiar: es
como almacenar veneno en las entrañas.
El rencoroso vive en una eterna
agonía.
No hay en el mundo fruta más sabrosa
que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga
más desagradable que la que produce el rencor.
Vale la pena perdonar, aunque sea sólo
por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón.
|